El Papa almorzó con los pobres en un comedor de San Egidio

El Benedicto XVI almorzó este domingo con algunos de los más necesitados que vive en Roma y recordó que hay más alegría en compartir que en el egoísmo.

Después de haber rezado el Ángelus a mediodía, el Papa se trasladó al tradicional barrio de Trastévere para visitar un comedor creado por la Comunidad de San Egidio, realidad eclesial surgida en esta zona de Roma que asiste a los más necesitados.

Con él compartieron alimentos en la misma mesa doce personas necesitadas, entre ellas, una familia gitana de cuatro personas; un refugiado político afgano chií de 34 años; un anciano italiano, ex barbero, viudo de 90 años; una italiana de 82 años; un joven de 25 años, en silla de ruedas desde su nacimiento, quien fue abandonado por su familia.

A mesa se sentaba también una señora musulmana de Somalia, de 63 años, quien llegó a Italia en los años 80 para que su hijo minusválido pudiera recibir tratamiento médico; un nigeriano católico de 35 años quien atravesó el desierto de Libia antes de alcanzar tierra italiana; y dos italianos: un vendedor ambulante de 52 años, sin casa, y un antiguo trabajador de circo, de 66 años, quien mientras trabajaba con su circo en Teherán, fue sorprendido por la guerra entre Irak e Irán en 1980, y obligado a regresar a Italia, después de haber perdido su trabajo.

Los pobres, algo menos de doscientos, separados en diferentes mesas, degustaron lasaña, albóndigas, lentejas y puré. Tras la comida se distribuyeron dulces ofrecidos por el Papa y se brindó con un vino espumante.

Los 31 niños presentes también recibieron regalos de manos del Papa. A los más grandes les regaló muñecas, camiones, aviones, rompecabezas, libros, lápices; a los bebés sonajeros y peluches.

El Papa aseguró que vino a visitarlos "precisamente en la Fiesta de la Santa Familia, porque en un cierto sentido, ella los asemeja".

"De hecho, también la familia de Jesús, desde sus primeros pasos, encontró dificultades: vivió la preocupación de no encontrar hospitalidad, se vio obligada a emigrar a Egipto por la violencia del Rey Herodes".

"Ustedes saben bien lo que significa la dificultad, pero tienen a alguien que los quiere y los ayuda", haciendo referencia al "servicio diligente de la Comunidad de San Egidio, que ofrece un signo del amor de Dios por los pobres".

El Papa fue recibido en la sede de la Comunidad San Egidio, por el fundador, Andrea Riccardi y por monseñor Vincenzo Paglia, obispo de Terni-Narni-Amelia, asistente eclesiástico de dicha comunidad, junto a dos huéspedes de la comunidad, una gitana Yelena Hailovic y un senegalés, Laye Sissoko.

Tras rezar la oración de la bendición y compartir el almuerzo, el Papa dirigió unas palabras de agradecimiento a los organizadores del encuentro, pero sobre todo a los invitados.

"Durante el almuerzo, pude escuchar las historias dolorosas y cargadas de humanidad de algunos de ustedes: historias de ancianos, emigrantes, gente sin hogar, gitanos, minusválidos, personas con problemas económicos y otras dificultades...; todos, de un modo u otro, golpeados por la vida. Estoy aquí entre ustedes para decirles que estoy, que los quiero, y que sus vicisitudes no están lejos del pensamiento del Papa, sino en el centro y en el corazón de la Comunidad de los creyentes".

Reconociendo el servicio que prestan los voluntarios y miembros de la Comunidad de San Egidio, aseguró que "amar, servir da la alegría del Señor que dice: 'Hay más alegría en dar que en recibir".

"En este tiempo de particulares dificultades económicas cada quien debe ser signo de esperanza y testigo de un mundo nuevo para quien, encerrado en el propio egoísmo e iluso de poder ser feliz sólo, vive en la tristeza o en una alegría efímera que deja el corazón vacío".

Tras distribuir los regalos a los niños, el pontífice descubrió una placa en memoria de su visita y abordó el coche que lo trasladó de regreso al Vaticano.
Fuente: Aica




Cardenal Rouco Varela: “amor conyugal y transmisión de la vida"

Lunes, 28 dic (RV).- Celebrando el Día de la Sagrada Familia, Madrid se convirtió ayer, por unas horas, en la capital europea de la familia. Más de un millón de personas, según los organizadores, escucharon con profunda emoción las palabras que les dirigió Benedicto XVI, en directo desde Roma.

El Cardenal Arzobispo de Madrid y presidente de la Conferencia Episcopal Española, Antonio María Rouco Varela, presidió la celebración de la Misa multitudinaria, poniendo de relieve y agradeciendo el luminoso y siempre certero mensaje del Papa Benedicto XVI, que, también en esta ocasión, hizo llegar a las familias cristianas de España, acompañadas este año por las familias europeas, como subrayó el Card. Rouco Varela en su homilía, que fue interrumpida numerosas veces por grandes aplausos:

Mis queridos hermanos y hermanas en el Señor: Una vez más, una Plaza madrileña, la Plaza de Lima, nos ofrece un bello marco para celebrar la Fiesta de la Sagrada Familia públicamente ante la sociedad y ante el mundo como “una Misa de las Familias”: de las familias de Madrid y de toda España. Así sucedió el pasado año. Hoy, además, como una Eucaristía de las familias de toda Europa. Me es muy grato, por ello, saludar con afecto fraterno en el Señor a los Sres. Cardenales, Arzobispos y Obispos de las Diócesis de España, pero, especialmente, a los hermanos venidos de Roma y de diversos países europeos. En un lugar destacado quisiera hacerlo con el Sr. Cardenal Prefecto del Pontificio Consejo para las Familias, que subraya con su presencia el valor pastoral que le merecen al Santo Padre y a sus colaboradores más próximos nuestra iniciativa a favor de la familia.

En la misma Plaza de Lima, de la capital española, el Card. Rouco Varela evocó el día 2 de noviembre de 1982, en que «el inolvidable Juan Pablo II, declarado Venerable el pasado día 19 de diciembre por nuestro Santo Padre Benedicto XVI, celebraba una Eucaristía memorable, convocada como “la Misa para las familias”, en el tercer día de su largo primer viaje por toda la geografía de las Diócesis de España.

¡Viaje Apostólico inolvidable!, enfatizó ayer el Arzobispo de Madrid, recordando un pasaje de la vibrante homilía que pronunció Juan Pablo II, cuya vigorosa fuerza profética no ha perdido ni un ápice de actualidad», pues «nunca se puede legitimar la muerte de un inocente:

“Además , –afirmaba el Papa–, según el plan de Dios el matrimonio es una comunidad de amor indisoluble ordenado a la vida como continuación y complemento de los mismos cónyuges. Existe una relación inquebrantable entre el amor conyugal y la transmisión de la vida, en virtud de la cual, como enseñó Pablo VI, “todo acto conyugal debe permanecer abierto a la transmisión de vida”. Por el contrario, –como escribí en la Exhortación Apostólica “Familiaris Consortio”–“al lenguaje natural que expresa la recíproca donación total de los esposos, el anticoncepcionismo impone un lenguaje objetivamente contradictorio, es decir, el de no darse al otro totalmente: se produce no sólo el rechazo positivo de la apertura a la vida, sino también una falsificación de la verdad interior del amor conyugal. Pero hay otro aspecto aún más grave y fundamental, que se refiere al amor conyugal como fuente de la vida: hablo del respeto absoluto a la vida humana, que ninguna persona o institución, privada o pública, puede ignorar. Por ello, quien negara la defensa a la persona humana más inocente y débil, a la persona humana ya concebida aunque todavía no nacida, cometería una gravísima violación del orden moral. Nunca se puede legitimar la muerte de un inocente. Se minaría el mismo fundamento de la sociedad”.

Luego, el Cardenal Rouco Varela, haciendo hincapié en la continuidad del magisterio pontificio, recordó las exhortaciones de Benedicto XVI en favor de la familia:

Benedicto XVI nos enseña hoy, en medio de una crisis socio-económica generalizada, un cuarto de silgo después de la homilía de la Plaza de Lima, en su Encíclica “Cáritas in Veritate”: “La apertura moralmente responsable a la vida es una riqueza social y económica… Por eso, se convierte en una necesidad social, e incluso económica, seguir proponiendo a las nuevas generaciones la hermosura de la familia y del matrimonio, su sintonía con las exigencias más profundas del corazón y de la dignidad de la persona. En esta perspectiva, los estados están llamados a establecer políticas que promuevan la centralidad y la integridad de la familia, fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer, célula primordial y vital de la sociedad”.
Fuente: Radio Vaticano




Una multitud participó de la misa en defensa de la familia

La mañana amaneció fría pero con sol y el termómetro fue subiendo de los cero a los 7 grados, mientras que el madrileño Paseo de la Castellana se caldeaba con el entusiasmo de miles de familias que con sus niños se concentraban en la plaza de Lima.

Los primeros en llegar fueron un par de centenares de alemanes venidos en avión y varias decenas de autobuses que habían salido de Cádiz, Sevilla y Huelva a las 3 de la madrugada para recorrer los 600 kilómetros que separan el sur de Andalucía de la capital de España. A las 10 y media de la mañana la plaza de España era un mar de banderas, de Italia, Polonia, Hungría, Austria, Alemania, Portugal, Croacia, Eslovaquia, Holanda, Gran Bretaña e Irlanda, así como banderas regionales de Escocia, Cerdeña, de Bretaña, de Cataluña y el País Vasco.

Los niños y los bebés, impasibles al frió y sin temor a ser aplastados por la muchedumbre, leían comics, comían papas fritas y bebían en los biberones. Algunos se extraviaban por el bosque de piernas y aparecían en el estrado donde se iba a celebrar la misa y por el que iban desfilando algunos de los cardenales y obispos. El primero fue el cardenal arzobispo de Lyon, monseñor Barbarie, que había venido acompañando a dos centenares de familias numerosas francesas y a continuación lo hicieron el cardenal-arzobispo de Berlín, monseñor Sterzinsky y monseñor Michalik, presidente de la Conferencia Episcopal Polaca, que encabezaban representaciones numerosas de matrimonios – los polacos eran más de quinientos – si bien por su número el más importante y lo constituían los italianos – unos tres mil -, que por su alegría, cantos y gritos rivalizaban con los andaluces.

Grupos de jóvenes tocan la guitarra y se intercambian sms, los padres aprietan las bufandas de sus hijos para combatir el frió o reparten choripanes, porque hace muchas horas que han salido de sus casas y los niños tienen hambre. Todos utilizan sus cámaras digitales para grabar escenas de “este día tan especial”.

Los cardenales iban siendo presentados por un conocido locutor de radio, al que acompañaban en el estrado su esposa e hijos y que aprovechaba las pausas entre un cardenal y otro para tomar en brazos a los niños perdidos entre la muchedumbre, preguntar el nombre y rogar que sus padres pasen a buscarlos. A las 11 de la mañana Kilo Argüello, fundador del Camino Neocatecumenal subió al estrado y acompañado de la guitarra cantó una de sus canciones: “María, pequeña María, /hija de Jerusalén/ Madre de todos los pueblos,/ Virgen de Nazaret” y miles de familias respondían en coro: “Venga el Señor con nosotros,/ si hemos hallado gracia a sus ojos, / es cierto que somos pecadores,/ mas ruega tu por nosotros/ y seremos su pueblo y su heredad”.

Después se dirigieron a la multitud cuatro de los colaboradores más directos del Papa: el cardenal Rylko, presidente del Pontificio Consejo de Laicos, el cardenal Cordes, presidente del Consejo Cor Onum, el cardenal Vallini, vicario de Roma que recordó “ el valor publico de la familia, que queremos reafirmar con respeto pero también con firmeza” y el cardenal Antonelli, presidente del Consejo Pontificio para la Familia, que insistió en que “la familia tiene derecho a recibir apoyo cultural, jurídico y económico, porque el futuro de la civilización pasa por ella”.

Uno de los momentos álgidos fue cuando se anunció que comenzaba la transmisión vía satélite desde Roma, donde el Papa Benedicto XVI iba a dirigir un mensaje a los reunidos en la plaza madrileña. El público escuchó sus palabras en absoluto silencio y estalló en aplausos al terminar el Papa dando su bendición. Al lado de éste corresponsal un niño de 5 años dijo a su mamá: “Cuando sea grande quiero ser Papa, porque tiene muchos amigos”.

Comenzó la misa, oficiada por el cardenal Rouco Varela, arzobispo de Madrid y concelebrada por ocho cardenales, 39 obispos españoles y 15 venidos de otros países de Europa. El cardenal Rocco Varela centró su homilía en que “el futuro de Europa pasa por la familia. Sin ustedes, familias cristianas, Europa se quedaría sin hijos”. Repudió además ”otros modelos de familia” que avasalladores y sin réplica alguna, se adueñan “de la mentalidad y la cultura de nuestro tiempo” y que “no responden a la verdad natural de la familia, tal como viene dada desde el principio de la Creación”. “El panorama que presenta la realidad de la familia en Europa no es halagüeño”, comenzando “por la facilidad jurídica de un divorcio hasta extremos impensables hace poco tiempo” y siguiendo por “derecho a la vida del niño todavía en el vientre de su madre se va lamentablemente suplantando en la conciencia moral de un sector cada vez mas importante de la sociedad por un supuesto derecho al aborto”.

La crisis del matrimonio y de la familia se une a una crisis económica “pocas veces conocida en la historia”. Citó a continuación párrafos de la encíclica Caritas in Veritate” donde se señala que “los Estados están llamados a establecer políticas que promuevan la integridad de la familia, fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer, célula primordial y vital de la sociedad”. En la familia cristiana es donde el “mejor se sabe “pedir perdón y perdonar”, donde se da el “amor incondicional” y mejor se responde “a las situación dramáticas de los parados, los ancianos, los angustiados por la soledad física y espiritual, los rotos por los fracasos y decepciones sentimentales y matrimoniales”. La segunda atronadora ovación de la jornada respondió a su homilía.

Quinientos sacerdotes hicieron posible que la sagrada comunión fuera rápida y fácilmente distribuida entre los fieles.

Al terminar la misa, un coro de niños sube al estrado y se acerca al Belén colocado en uno de sus extremos, para cantar villancicos. La banda de tambores y trompetas del famoso Cristo de los Gitanos de Sevilla les sucede interpretando de manera impresionante el “Resucitó”, una de las más populares piezas musicales de Kiko Arguello, que sube de nuevo al estrado para anunciar que “los Reyes Magos, que iban camino de Belén han decidido pasar por aquí para adorar al Niño y ofrecerle unos regalos”, momento en que seis camellos, montados por los Reyes y cargados de juguetes se abren paso entre la muchedumbre. “Ves papá que Baltasar es un negro de verdad”, dice un niño lleno de admiración. Los camellos se arrodillan y los Reyes suben al estrado y depositan tres simbólicas urnas. Los juguetes serán distribuidos en la noche de Reyes en el barrio de la Cañada Real, la más grande de las villas miserias madrileñas.

Lentamente la muchedumbre se disgrega. Son las dos de la tarde, la hora del almuerzo en Madrid, Centenares de familias que han ofrecido alojamiento a los polacos, alemanes, franceses, italianos e ingleses, se reúnen con ellos y los invitan a comer en tascas y restaurantes. Por la tarde invadirán la Puerta del Sol, la Plaza Mayor, la de Cibeles, la de Oriente para darles a conocer Madrid. Cuando por noche se acuesten los niños, que han resistido la interminable jornada, no extrañaran sus camas. Se dormirán inmediatamente. (Armando Rubén Puente, especial para AICA).
Fuente: Aica

1 comentarios:

Unknown dijo...

Me agrado bastante su articulo ya que me relato todo lo que sucedio y ademas cada palabra que iba leyendo me animaba mucho.
Pertenezco al camino neocatecumenal y me encanto el canto de Kiko Arguello
Que Dios te bendiga

 

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