Evangelio según San Lucas 2,41-52.
Sus padres iban todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua.
Cuando el niño cumplió doce años, subieron como de costumbre,
y acabada la fiesta, María y José regresaron, pero Jesús permaneció en Jerusalén sin que ellos se dieran cuenta.
Creyendo que estaba en la caravana, caminaron todo un día y después comenzaron a buscarlo entre los parientes y conocidos.
Como no lo encontraron, volvieron a Jerusalén en busca de él.
Al tercer día, lo hallaron en el Templo en medio de los doctores de la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas.
Y todos los que lo oían estaban asombrados de su inteligencia y sus respuestas.
Al verlo, sus padres quedaron maravillados y su madre le dijo: "Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto? Piensa que tu padre y yo te buscábamos angustiados".
Jesús les respondió: "¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?".
Ellos no entendieron lo que les decía.
El regresó con sus padres a Nazaret y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba estas cosas en su corazón.
Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres.



Comentario del Evangelio por:
San Antonio de Padua (hacia 1195-1231) franciscano, doctor de la Iglesia
Sermones para el domingo y las fiestas de los santos

«Bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad»

«Siguió bajo su autoridad». Ante estas palabras, que todo orgullo se hunda, que todo lo rígido se derrumbe, que toda desobediencia se someta. «Siguió bajo su autoridad». ¿Quién ? Aquel que con una sola palabra lo creó todo de la nada. Aquel que, como dice Isaías, «midió los mares con el cuenco de la mano, y abarcó con su palmo la dimensión de los cielos, metió en un tercio de medida el polvo de la tierra, pesó con la romana los montes, y los cerros con la balanza» (40,12). Aquel que, como dice Job: «sacude la tierra de su sitio, y se tambalean sus columnas; a su veto el sol no se levanta, y pone un sello a las estrellas; es autor de obras grandiosas, insondables, de maravillas sin número» (9,6-10)... Es él, tan grande, tan poderoso el que «siguió bajo su autoridad». ¿Bajo la autoridad de quién? De un obrero y de una pobre virgen.

¡Oh «el primero y el último»! (Ap 1,17). ¡Oh, el que es cabeza de los ángeles, bajo la autoridad de hombres! ¡El Creador del cielo bajo la autoridad de un obrero; el Dios gloria eterna bajo la autoridad de una virgen pobre! ¿Se ha visto jamás cosa semejante? ¿Se ha oído nunca cosa parecida?

Entonces, no dudéis en obedecer, en someteros a la autoridad... Bajar, venir a Nazaret, estar bajo autoridad, obedecer perfectamente: ahí está toda la sabiduría... Esto es ser sabio con sobriedad. La simplicidad pura es «como el agua de Siloé que fluye en silencio» (Is 8,6). Hay personas sabias en las órdenes religiosas; pero es a través de hombres sencillos que Dios se ha dignado unirse a nosotros. Dios «ha escogido la gente baja del mundo, lo despreciable» para, a través de ellos, unirse «a los que eran sabios en lo humano, poderosos, y aristócratas», «para que nadie pueda gloriarse en presencia del Señor» (1C 26-29) sino en el que descendió, vino a Nazaret y estaba bajo la autoridad de otros.


Fuente: evangeliodeldia.org

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