Hoy, 29 de diciembre, conmemoramos a Santo TOMÁS BECKET, Mártir.

SANTO TOMÁS BECKET (1118-1170) nació en Londres, hijo de un acaudalado comerciante de origen normando.

Gracias al apoyo de su familia, Santo Tomás Becket recibió de joven una formación privilegiada, con estudios en París, Bolonia y Auxerre.

A su regreso a Londres, Santo Tomás Becket formó parte del círculo de personas íntimas del arzobispo de Canterbury, Teobaldo, quien lo ordenó sacerdote en 1146, así como archidiácono suyo.

Este nombramiento lo llevó a la cercanía del joven rey Enrique II, con quien entabló una muy buena amistad. La estimación y confianza que el rey le llegó a tener fueron tales, que en 1155 lo nombró canciller del reino.

En ese elevado puesto Santo Tomás Becket gozaba de la magnificencia y el lujo de la corte, y se mostró siempre como defensor leal de los derechos de su amigo y monarca.

Cuando en 1161 falleció Teobaldo, Enrique II, haciendo uso de una facultad que el papa le había concedido, designó sucesor a Santo Tomás Becket como arzobispo de Canterbury.

A Santo Tomás le tomó tiempo y esfuerzo aceptar lo que a simple vista parecía un privilegio, y antes de hacerlo le advirtió a Enrique II que el nombramiento habría de costarles a ambos la amistad que tanto apreciaban.

Así, en 1162 Santo Tomás Becket se convirtió en arzobispo de Canterbury, y con ello en la autoridad religiosa más importante del reino de Inglaterra.

Al ocupar el cargo, Santo Tomás cambió completamente su forma de vida: repartió sus riquezas entre los pobres, y cotidianamente vivió en el rígido ascetismo de la orden benedictina.

Los acontecimientos sucedieron como él lo había intuido, pues Santo Tomás estaba determinado a defender enérgicamente los derechos de la Iglesia, oponiéndose a que el rey de Inglaterra tuviera primacía sobre el papa y sobre los arzobispos, como pretendía Enrique II.

Así las cosas, en 1164 Santo Tomás se negó a reconocer las “Constituciones de Clarendon”, ordenanzas que estipulaban la sumisión de los obispos a Enrique II.

Esta negativa, además de la franca enemistad del rey, le valió a Santo Tomás Becket el ser exilado a Francia, acusado de alta traición.

Santo Tomás Becket se refugió entonces en Sens, en un monasterio, donde permaneció seis años. En ese sitio tuvo lugar su entrevista con el papa Alejandro III, quien le recomendó la moderación.

Fue por eso que en 1170 Santo Tomás aceptó la oferta de paz que le extendió Enrique II. Aun intuyendo que su muerte sería inminente, regresó a Inglaterra, y en Londres fue recibido con entusiasmo por sus seguidores. Su postura política, empero, se volvía cada vez más incómoda para el régimen.

Entonces, un par de días antes del final de ese año, cuatro personajes allegados a Enrique II se presentaron para ultimar al arzobispo, quien se encontraba de rodillas ante el altar mayor de la catedral de Canterbury. Santo Tomás Becket fue asesinado de un tajo de espada en el cráneo.

Tras el crimen, de manera espontánea surgió un fervoroso culto por este defensor de la Iglesia, y su tumba se convirtió muy pronto en un concurrido lugar de peregrinación.

Tan solo tres años después, Santo Tomás Becket fue canonizado en 1173 por el papa Alejandro III, quien lo designó “Mártir de los derechos y libertades de la Iglesia”.

Las circunstancias en torno a la vida de Santo Tomás Becket anteceden lamentablemente el cisma protestante que habría de ocurrir cuatro siglos después.

SANTO TOMÁS BECKET nos ofrece un ejemplo de celo y responsabilidad al ejercer los cargos más elevados.

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