Audiencia General

El Papa resalta el sufrimiento de la Iglesia a causa de quienes, dentro de ella, buscan poder y prestigio y sólo trabajan para sí mismos, no para la comunidad

Miércoles, 3 feb (RV).-Benedicto XVI ha dedicado su catequesis de la Audiencia General de hoy, que ha celebrado esta mañana en el Aula Pablo VI del Vaticano, a una figura emblemática de la Iglesia española y universal: Santo Domingo de Guzmán, fundador de la orden de los predicadores, llamados también frailes dominicos.

“Este gran santo - ha dicho el Papa - nos recuerda que en el corazón de la Iglesia debe siempre estar encendido un fuego misionero, el cual nos empuja a llevar incesantemente el primer anuncio del Evangelio y, donde es necesario, a una nueva evangelización”. De hecho, Cristo es el bien más precioso que los hombres y las mujeres de todas las épocas tienen el derecho de conocer y amar.

“Y es consolador ver y comprobar, ha explicado el Santo Padre, como también en la Iglesia de hoy existen tantos, pastores, fieles laicos, miembros de antiguas órdenes religiosas y de nuevos movimientos eclesiales que, con gozo, entregan su propia vida por este ideal supremo: anunciar y testimoniar el Evangelio.

El Papa, repasando la hagiografía del santo español, ha recordado después “cuando santo Domingo fue elegido canónigo del capítulo de la catedral en su diócesis de origen, Osma. Aún cuando este nombramiento, ha dicho el Pontífice, pudiese representar para él un motivo de prestigio en la Iglesia y en la sociedad, no lo interpretó como un privilegio personal, ni como el comienzo de una brillante carrera eclesiástica, sino como un servicio que cumplir con dedicación y humildad.

¿No es quizá la carrera, el poder una tentación de la que no son inmunes ni tan siquiera aquellos que tienen y desarrollan un papel en el gobierno de la Iglesia?, se ha preguntado el Papa. Lo decía hace unos meses durante la consagración de un obispo: “no busquemos poder, prestigio, no busquemos estima para nosotros mismos. Sabemos como las cosas en la sociedad civil y, a menudo también en la Iglesia, sufren por el hecho de que aquellos a los que les ha sido conferido una responsabilidad trabajan para ellos mismos y no para la comunidad.

Este ha sido el resumen de su catequesis que ha hecho en español Benedicto XVI para los fieles de nuestra lengua presentes en el Aula Pablo VI del Vaticano.


Queridos hermanos y hermanas: En la catequesis de hoy quiero presentar la figura de Santo Domingo de Guzmán, fundador de la Orden de Predicadores, conocidos también como Dominicos. Santo Domingo nació en Caleruega (Burgos), en torno al mil ciento setenta. En su época de formación, destacó por su amor al estudio de la Sagrada Escritura y por su dedicación a los pobres. Muy joven fue ordenado sacerdote y elegido canónigo de la Catedral de Osma. El obispo de esta Diócesis no tardó en reconocer su valía y contó con él para una misión diplomática en el norte de Europa. Dos hechos ocurridos durante este viaje determinaron la vida del santo: por un lado, descubrió que muchos pueblos todavía no conocían el Evangelio; y, por otro lado, se encontró con diversos grupos heréticos, muy extendidos en el sur de Francia. Junto a su Obispo, Domingo acude al Papa, que lo envía a hacer frente al error albigense. Al santo se le unen otros compañeros con los que realiza la primera fundación en Tolosa. Adoptan la antigua regla de San Agustín, se estructuran en conventos -lugares de oración, estudio y vida comunitaria- y se dedican a la vida apostólica. Santo Domingo desea que los hermanos de esta orden mendicante tengan una sólida formación teológica, por lo que los manda a las mejores universidades de su tiempo. Murió en Bolonia en el año mil doscientos veintiuno, viendo que la Orden de Predicadores estaba ampliamente difundida por Europa. Fue canonizado trece años más tarde. Este santo nos indica con su vida dos medios aptos para la santificación: la devoción mariana, especialmente con el rezo del Rosario, tan extendido por los dominicos, y la oración por los frutos del trabajo apostólico. Saludo a los fieles de lengua española venidos de España y diversos países de Latinoamérica, en particular a los jóvenes provenientes de Chile. Por intercesión de Santo Domingo, suplico a Dios que nunca falten en la Iglesia auténticos misioneros y valientes predicadores del Evangelio. Muchas gracias.

Como siempre antes de terminar la audiencia general, el pensamiento del Papa se ha dirigido a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. Celebramos hoy la memoria litúrgica del mártir san Blas y en los próximos días recordaremos a otros mártires, santa Águeda, san Pablo Miki y compañeros japoneses. La valentía de estos heroicos testigos de Cristo os ayudes a vosotros, queridos jóvenes, a abrir el corazón al heroísmo de la santidad; que os sostenga a vosotros, queridos enfermos, a ofrecer el don precioso de la oración y del sufrimiento por la Iglesia; y que os dé a vosotros, queridos recién casados, la fuerza de marcar a vuestras familias en los valores cristianos.
Fuente: Radio Vaticano

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