Domingo 7 de Febrero de 2010


Evangelio según San Lucas 5,1-11.
En una oportunidad, la multitud se amontonaba alrededor de Jesús para escuchar la Palabra de Dios, y él estaba de pie a la orilla del lago de Genesaret.
Desde allí vio dos barcas junto a la orilla del lago; los pescadores habían bajado y estaban limpiando las redes.
Jesús subió a una de las barcas, que era de Simón, y le pidió que se apartara un poco de la orilla; después se sentó, y enseñaba a la multitud desde la barca.
Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: "Navega mar adentro, y echen las redes".
Simón le respondió: "Maestro, hemos trabajado la noche entera y no hemos sacado nada, pero si tú lo dices, echaré las redes".
Así lo hicieron, y sacaron tal cantidad de peces, que las redes estaban a punto de romperse.
Entonces hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que fueran a ayudarlos. Ellos acudieron, y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían.
Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús y le dijo: "Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador".
El temor se había apoderado de él y de los que lo acompañaban, por la cantidad de peces que habían recogido;
y lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: "No temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres".
Ellos atracaron las barcas a la orilla y, abandonándolo todo, lo siguieron.


Comentario del Evangelio por:
San José María Escrivá de Balaguer (1902-1975), presbítero y fundador Homilía en Amigos de Dios

«Gratis habéis recibido, dad gratis» (Mt 10,8)

Cuando Jesús se hizo mar adentro con sus discípulos, no pensaba sólo en esta pesca. Por eso... respondió a Pedro: «No temas: desde ahora serás pescador de hombres». Y la eficacia divina no va a fallar en esta nueva pesca: los apóstoles serán instrumentos de grandes prodigios a pesar de su miseria personal.

También nosotros si luchamos todos los días para alcanzar la santidad en nuestra vida ordinaria, cada uno según su propia condición en medio del mundo y en el ejercicio de su profesión, me atrevo a afirmar que el Señor hará de nosotros unos instrumentos capaces de realizar milagros, y más extraordinarios aún si es necesario. Daremos luz a los ciegos. ¿Quién no podrá narrar mil ejemplos del modo como un ciego casi de nacimiento recobra la vista y recibe todo el resplandor de la luz de Cristo? Otro era sordo, otro mudo no pudiendo oír ni articular una sola palabra en cuanto hijos de Dios...; ahora oyen y se expresan como verdaderos hombres... «En el nombre de Jesús » los apóstoles restituyen las fuerzas a un enfermo incapaz de cualquier acto útil... «En el nombre del Señor, ¡levántate y anda! » (Hch 3,6). Otro, un muerto que ya olía mal, escuchó la voz de Dios igual que en el milagro del hijo de la viuda de Naím: «Joven, yo te lo mando, levántate» (Lc 7,14; Hch 9,40).

Haremos milagros como Cristo, milagros como los primeros apóstoles. Es posible que estos prodigios se hayan realizado en ti, en mí: es posible que fuéramos ciegos, o sordos, o enfermos, o se olía ya nuestra muerte, cuando la Palabra de Dios nos arrancó de nuestra postración. Si amamos a Cristo, si le seguimos de veras, si sólo le buscamos a él y no a nosotros mismos, en su nombre podremos transmitir gratuitamente lo que hemos recibido gratuitamente.

Fuente: evangeliodeldia.org

0 comentarios:

 

blogger templates | Make Money Online